Los Shambles de Manchester: Old Wellington Inn y Sinclair’s Oyster Bar

Los llamados “Old Shambles” han sido movidos de su ubicación tras la reconstrucción del centro en 1996 y colocados cerca de la catedral reubicados en forma de ‘L’ dando lugar a un patio que suele estar concurrido con mesas en las que charlar y conversar con algunas de las personas más variopintas de la ciudad. Este lugar suele ser habitual por los aficionados visitantes de los partidos de fútbol o por el turisteo vario. Aún así sigue siendo uno de los lugares más fotografiados por derecho propio.

El nombre de ‘shambles’ viene de una calle de carniceros donde la sangre corría junto con los órganos.

Aquí está el Old Wellington Inn, que es la parte más antigua del edificio datando de 1552. La apariencia es más o menos la original ya que ha tenido varias restauraciones y reconstrucciones en la época victoriana o reconstrucciones modernas. 

El ‘Old Wellington Inn’ siempre va a estar asociado con la familia Byrom. Ralph Byrom vino a Manchester desde Lowton en 1485 y se convirtió en mercader de lana. El edificio se presupone comprado por su hijo Adam y originalmente era una tienda en la que vender tejidos o productos textiles. Sin embargo tras la muerte de Adam, su hija sufrió una crisis mental que terminó con ella acusada de brujería y ejecutada en 1957. La familia Byrom se dividió en una facción en Salford y otra en Manchester y durante años se odiaron.

El más famoso de la familia sería John Byrom que nació en este edificio en 1691 y que ha terminado siendo el autor del himno religioso “Christians Awake” —interpretado por primera vez el día de navidad como un regalo a su hija Dorothy en 1750. John Byrom fue también miembro de la Royal Society en 1724 y reconocido por sus contribuciones notables en diferentes campos como la estenografía. Varias leyendas le unen a ideas masónicas cercanas a la corte real de la Reina Ann e incluso algunos le sitúan como un “Illuminati”. John Byrom tiene una placa dedicada a él en la pared exterior del bar.

El otro bar de la zona es el “Sinclair’s Oyster Bar” conocido localmente por ser el lugar con la cerveza más barata del centro. Fundado por John Shaw en 1738 vendía originalmente el ‘John Shaw’s punch’, una bebida con tanta carga alcohólica (de ahí el puñetazo) que solo te vendían una pinta. La anécdota del lugar es sin embargo la costumbre que tenía la camarera, Molly (que luce en un retrato en el lateral) y que tras la hora de cierre te echaba del lugar a fuerza de perseguirte con la fregona e incluso arrojarte cubos de agua a los pies. Las Ostras fueron incluidas en 1845 y siguen siendo parte del menú. La leyenda dice que la dueña que las introdujo consumía al menos cuarenta ostras diarias hasta el día de su muerte, que curiosamente fue atragantándose con una perla. La expansión de ladrillos es una extensión del siglo XVIII.

El otro edificio en la plaza es el Hotel Mitre. El edificio es de 1815 con extensiones como las ventanas góticas de 1867.

22 de Mayo Yo sobreviví a un ataque terrorista

Manchester Arena, 22 de Mayo de 2017 y ahí estaba yo viendo el concierto de Ariana Grande cuando sucedió uno de los ataques terroristas que más me cuesta entender, voy a explicarme y exorcizar demonios.

Recuerdo que terminó el concierto y Ariana Grande no recorrió la pasarela y salió del escenario a toda prisa y nos quedamos sorprendidos de lo abrupto que fue todo y yo bromeaba “ya tiene nuestro dinero le da igual el resto”.

Entonces necesitaba el servicio y tratamos de salir pero al ponernos a la cola para salir de las gradas unos padres nos empujaron para proteger a sus hijas. Ese empujón me salvó la vida, porque dijimos “que les jodan, paso de discutir. Que salgan y somos los últimos”

Entonces recuerdo que mi chaqueta se enganchó en el asiento y me agaché a desengancharla y ecuché el estruendo.

Seco.

Impactante.

Fuerte.

Hubo dos segundos de silencio antes de los gritos. Dos segundos de confusión, de miedo, de los que se para el reloj. Dos segundos que ahora sé que fueron los últimos para algunas personas. Dos segundos que me cambiaron la vida y mi forma de vivirla.

Entonces la cola para dejar la grada cambió de dirección. todos querían volver a entrar. La salida mía era exactamente donde explotó la bomba. La gente empujaba por volver al recinto. Los primeros llenos de pánico por la ola de gritos. Los últimos en entrar llenos de sangre.

Recuerdo que eché a correr en sentido contratio pero perdí a mi amigo, cuando me giré y grité su nombre me dijo “no sabemos que ha sido y correr no soluciona nada” entonces volví a mi sitio y les pedí a mis amigos alejarnos de la puerta. Mi mente iba a mil. Mi cuerpo temblaba.

Todo el arena corría de izquierda a derecha y pensé “Si hay otra bomba todo el mundo está corriendo al mismo sitio” como ratones al matadero.

De boca nos tranquilizábamos “entonces, ¿es solo gente sobrer reaccionando?” De cabeza me alejaba de la puerta por si entraban con metralletas, y pensé “¿estoy en un ataque terrorista?” Como el que ve una película de un terremoto y se imagina en él y piensa “qué guay”

Estuvimos como 10 minutos en el sitio viendo a la gente correr y gritar y forzándonos a pensar que no era un ataque terrorista porque no entraba en ningún razocinio que atentaran en un concierto así, lleno de niños y adolescentes. Recuerdo que pensé “¿es así? ¿Se acabó?” “Puede que muera ahora” lo recuerdo totalmente y mi cuerpo tiembla pensando la calma que tuve en ese momento. Pero no pensaba en mí, sino en mis amigos y en tranquilizarnos diciendo que no ha sido nada.

Cuando por fin nos decimos a salir, lo hicimos por la puerta que oímos la explosión, en la cola dos chicas (unos 14 años) se metieron entre mi amigo y yo. Cuando abrieron la puerta recuerdo el humo del pasillo y cerraron la puerta gritando y se pusieron a llorar. Yo las empujé porque no quería perder de vista a mi amigo y en el pasillo se me partió la vida en dos entre el humo. Nunca he dicho públicamente lo que vi porque sólo alimenta el morbo, pero esas imágenes y el miedo me acompañarán siempre.

Todavía, más de un año después me castigo moralmente. Nunca corrí a ayudar. Nunca corrí a sujetar una mano entre la gente que estaba en el suelo. No fui ningún héroe. Sólo tenía miedo. Mucho miedo. Miedo a que entre el humo apareciese alguien. Miedo a ser el siguiente. Ese miedo me sigue persiguiendo en sueños o cuándo oigo un estruendo en un lugar público. Ese miedo se ha convertido en mi compañero de vida.

Escribo esto ya llorando, pero es duro pensar que siempre serías la persona que ayuda, la que ve las noticias y se imagina corriendo a ofrecer lo que puedo y luego, cuando llega el momento ves que realmente no eres tan valiente o fuerte como te quieres creer. Esos momentos en el hall del arena donde había 22 almas por el suelo me enfrentaron con mi yo más auténtico. Y algunas veces no todo lo que ves es lo que te gustaría ser.

Solo pensé en mantener a mi grupo junto. Grite los nombres de mis amigos y les empujé a salir. Una amiga quería ayudar y hablamos con un empleado que señalan la salida. Preguntamos qué había pasado y temblando nos dijo que no sabía y que por favor saliéramos con orden y que no mirásemos. Obedecimos.

Recuerdo gritar a la gente que sacara los codos para evitar empujones. Recuerdo la cara de un niño de unos cuatro años enfrente mío y el pánico de la madre en la cola por miedo a “avalanchas humanas” recuerdo gritar “No empujéis que hay niños”

Recuerdo apartar a golpes a una chica de unos catorce años que iba detrás mío y empujaba sin parar y gritarla “que te jodan hija, que todos queremos salir pero hay niños”, recuerdo tratar de no perder el contacto visual de mis amigos. Recuerdo que al final de la salida todo eran escaleras y una chica en una silla de ruedas eléctrica se vio empujada por la marea frente a las escaleras y grité a un grupo “Tú y tú agarra ahí.” Y la bajaron en volandas mientras cuatro bajábamos la silla (hostia lo que pesan)

El chico justo enfrente mío que bajaba la silla tenía una camiseta “rara” como a lunares rojos. Es lo que pensaba. De pronto se giró y vi que era sangre y tenía media cara destrozada y llena de sangre.

Salimos y corrimos.

Entre ambulancias y sirenas.

Sin dirección.

Echamos a correr lejos del arena. Daba igual. Sólo queríamos huir del sitio. Sentirnos ajenos de alguien que siempre nos perseguiría por el resto de nuestros días.

Alguien invisible.

Nadie nos seguía, pero aún así no queríamos dejar de correr. Alejarnos del horror.

Yo puse un tweet con un selfie al principio del concierto y de golpe mi teléfono era un hervidero de notificaciones. Constante. Y dije a mis amigos “llamad a casa ya, sea lo que sea que ha pasado está en las noticias”

Evitamos las calles principales para volver a casa por miedo a otro atentado. Volvimos por callejones y vías secundarias mientras coches “normales” pegaban volantazos y sacaban sirenas por las ventanillas mientras decíamos “ha pasado algo gordo”

Todavía me avergüenza cómo me sentía “guay” por haber estado ahí, pero contaba a mis amigos con orgullo “ABC de estados unidos quiere hablar conmigo, y la CNN!!!”

No procesaba nada, me sentía popular y “privilegiado” por haber estado allí. Absolutamente ridículo, pero en ese momento mi mente era una montaña rusa con poco raciocinio. Estaba en directo en CNN cuando por primera vez me pegó de golpe la realidad. Me dijeron “se confirma que al menos hay 15 muertos” entonces dejó de ser guay para que la realidad me tirara a mis rodillas.

Nada de aquello era guay, era jodidamente real.

Dije a producción que me llamaran en 20 minutos y dejé el teléfono que hervía a notificaciones, mensajes y llamadas. Mi mente pensaba:

las niñas de mi lado que bailaban cada canción y se disculpaban cuando me dieron sin querer en sus bailes.

Los chicos que me dejaron pasar en su puesto en la cola del bar.

La madre con 16 niñas tratando de organizarlas y que pensamos “te imaginas ir a un concierto con 16 niñas a tu cargo? Una pesadilla”

Las dos adolescentes de enfrente que criticaban a sus padres porque no les dejaban en paz sobre la hora de pasar a recogerlas.

Cada persona que me crucé antes y durante ese concierto.

Esa gente podía haber dejado de existir.

Así.

Sin más.

Un amigo quería salir de fiesta para hacer un ejercicio de poder y decir “no me vais a cambiar” yo pensaba en Orlando cuando entraron en bares gay. ¿Y si esto es cómo Paris y hay un atentado tras otro? Estaba en casa pero no estaba seguro. Nadie te prepara para eso.

Apagamos las noticias porque se repetían, y me quedé mirando la pared cerca de una hora. Ese podía haber sido mi fin.

Sin más. dejar de ser Ivo Delgado para pasar a ser otro nombre.

Fue únicamente suerte, azar. Si me hubiese sentado cerca del pasillo habríamos salido de los primeros. Todo un millar de condicionales “y si…”

No dormí nada esa noche. Pero pensé mucho. Muchísimo. No me dejaban de llamar de medios de comunicación, amigos periodistas, compañeros de profesión. Pensé en ignorar todo. Mi dolor era mío y me sentía egoísta de él. Nadie tiene derecho a mi duelo.

Y luego pensé. Por primera vez me dan un altavoz para gritar quién soy y qué es #Manchester . Me criticaron por hablar con medios. Rechacé dinero (aunque parezca mentira hay medios y personas que en días así solo piensan en rentabilidad). Dos chicos que nunca estuvieron allí salieron en el programa de Ana Rosa bajo cheque contando su “experiencia” sólo por querer salir en la tele. El restaurante La Bandera de Manchester hablaba en los medios para promocionarse cuando estaban a más de 20 minutos del recinto. Pero vendían la sangre de niños a cambio de publicidad. Asco me da esa gente.

Cristina Camel de @rtvcyl me preguntó, el día después del atentado en medio de mi duelo y tristeza: en qué momento pensé que iba a morir. Ese es el nivel de gentuza que habita haciéndose pasar por periodista.

Pero si concedí entrevistas y hablé a los medios (rechazando todo el dinero que me ofrecían porque va en contra de mi persona) fue por un único motivo. Alzar una voz en un día así a la unidad, al amor y a lo que significa Manchester para mí. Tuvo que pasar algo así. Tan Feo. Tan triste para enseñarme una lección de vida. No doy lecciones pero cuento mi experiencia y habiendo pasado por lo que pasé y sigo pasando me veo con derecho de gritar lo que siento, y mi amor y respeto por el de al lado no ha cambiado.

Por unos días nos quitamos etiquetas. Nadie era extranjero, nadie era gay o heterogaméticos, nadie era marrón o blanco o negro. Nadie era hombre o mujer. Nadie era jefe o currante. Nadie era de izquierdas o derechas, ni Del City o el United. Nadie era nada más que un puto ser humano. Y eso era maravilloso.

Haber vivido el ataque terrorista del manchester arename ha enseñado a querer. Me ha enseñado a estar vivo y a apreciarlo de verdad. Me ha enseñado a escuchar y respetar. A saber que estamos en esta vida de paso y que un gracias y por favor no cuestan nada

Me ha enseñado tantas cosas que no me siento víctima sino privilegiado de la ciudad en la que vivo y del mundo que me rodea. De las culturas, razas, religiones y cariño que he recibido. Me reuní con la familia de un fallecido para contarles mi experiencia y que supieran que esas 22 abejas que dejaron de volar esa noche no lo hicieron en balde. Que les llevo dentro de mí cada día y que nunca les olvidaré. Que es muy difícil de explicar y duro de entender, pero que no pienso que podía haber muerto sino que con lo que me quedo es que puedo contar esto.

Por eso el 22 de Mayo no es un día corriente para mí. Nunca lo será, porque esta ciudad, Manchester no es un ciudad corriente. Es un día de esperanza y amor. Y me niego a que alguien me diga lo contrario. por eso grito aquí por este día tan especial.

Y por eso empecé mi compañía de Free Tours, para extender ese amor que siento por la ciudad.

Ivo Delgado Rivero