Selma (Ava DuVernay, 2014) – ★★★★1/2

Nuestras vidas no están completas si no estas dispuesto a vivir y a morir por lo que creemos

En 1965 (prácticamente antes de ayer) tras la muerte de cuatro niñas inocentes en el Sur de Estados Unidos, se juntaron dos aspiraciones: la lucha por un voto igualitario sin miedo y el Nobel de la Paz para uno de los mayores y más influyentes hombres de la historia: Martin Luther King Jr.

De esta conjunción sale la marcha pacífica que hizo cambiar la historia de un país y condujo al presidente de Estados Unidos Johnson a cambiar la ley de voto.

Lo que ha hecho Ava DuVernay con esa historia verídica es convertirla en una película intensa, emotiva, emocionante, informativa y necesaria: Selma.

Y es que la mayor virtud de la directora con su poderío visual y su inquebrantable guión es un poder expositivo ejemplar, una concreción de la narración apabullante y una documentación precisa sin alzamientos dramáticos o argumentos populistas. 

En Selma no hay un ensalzamiento del héroe, no pintan a los buenos como muy buenos y a los malos como antagonistas, les muestran como seres humanos que van aprendiendo sobre la marcha, que tienen que manejar todas las esferas de la vida (familia, opinión pública, debate…), tampoco hay un afán de victimizar a las víctimas o de hacerte sentir culpable, no hay lecciones que aprender, únicamente personas que muestran fisuras y dudas en sus acciones pero que buscan en el fondo de sus corazones para intentar hallar la línea del bien y el mal, de lo correcto y de lo incorrecto.

Con la ayuda de una banda sonora elegante, de un montaje clásico pero intenso, de una documentación y unos efectos que te recuerdan que lo que ves son hombres y mujeres que tratan de luchar por lo que consideran correcto y unas interpretaciones perfectas (David Oyelowo hace suyo un papel complicadísimo y Tom Wilkinson demuestra porque es un grande casi sin despeinarse) la película se convierte en una obra de arte inspiracional que te hace reflexionar sobre el poder de la voluntad humana y de la solidaridad bien entendida.

Y es que el tono de Selma es su gran virtud, no es un drama que pretendas que sufras, el drama existe y está latente (perfectas las conversaciones de Luther King con su esposa y esa amenaza constante de la muerte como mieda a seguir alzando la voz), Selma es un film que quiere que conozcas qué sucedió y cómo a través de una marcha física se consiguió cambiar la historia, pero que la verdadera marcha y movimiento se producía en el interior de los ciudadanos. 

Selma consigue todo eso y más, logra contarte una gran historia absolutamente necesaria y muy desconocida para entender cómo hemos llegado a este punto y que la lucha no ha terminado, y es que cuando la película realiza su último fundido a negro la sensación que queda es que Selma no es sólo una de las mejores películas del año sino que debería ser de obligado visionado. Una obra de arte cinematográfica y expositiva. Un placer.

Lo mejor: Lo bien contada que está

Lo peor: Que parece que nos resulta lejana


Valoración: 9/10