El Francotirador (American Sniper, 2014) – ★★

Los puntos ciegos de la moralidad occidental

Algunas películas trascienden la pantalla porque llegan en el momento justo en el que la sociedad está pidiendo algo concreto y se convierten en un emblema del reflejo de la sociedad hoy en día. 


American Sniper ha logrado el mejor estreno en Enero de la historia, segundo mejor mantenimiento de la historia en un film no franquicia do (únicamente por detrás de Avatar), mejor estreno de Clint Eastwood en toda su carrera en Estados Unidos, Reino Unido, Taiwan, Nueva Zelanda, Italia y Perú, seis nominaciones a los Oscar… Y todo esto cuando el consenso general era que las películas ambientadas en la guerra de Irak eran veneno puro para la taquilla. Recuerden que “En tierra hostil” (The Hurt Locker), la oscarizada cinta de Kathryn Bigelow recaudó 17 millones de dólares en USA (la menor recaudación de la historia de las ganadoras al premio de la Academia a mejor película). American Sniper está en su segunda semana rozando los 200 millones de dólares en taquilla.

¿Es realmente tan buena?

La respuesta es no. American Sniper es un film muy correcto y muy conseguido en muchos aspectos (el tratamiento del peso de la guerra en el hombre, la soberbia actuación de Bradley Cooper…), pero su mayor factor es la celebración de un hombre cuyo talento es disparar a matar a gente cuando no están mirando y que además disfruta de su trabajo.


No hay arco moral en la cinta, no hay remordimientos sobre si matar es necesario o hay alguna culpa en el acto de hacerlo. La cinta prácticamente abre con uno de esos discursos en la mesa de un padre a sus hijos que tanto le gusta a Clint Eastwood “en la vida hay corderos, lobos y los que defienden a los corderos de los lobos: los perros pastores”. La historia que trata Eastwood de vender es la de un hombre que se convierte en ese perro pastor defendiendo a su país de los que tratan de invadirlo. El prisma real es otro, los Iraquíes están tratando de defender su suelo mientras los americanos arrasan con él.


El verdadero Chris Kyle, el protagonista de la cinta, escribía en sus memorias que a él no le importaban “una mierda los Iraquíes” y no deja de referirse a ellos como “salvajes”. “Tras la primera muerte, las demás vienen fácilmente (…) no tengo que prepararme mentalmente para ello. Miro por el telescopio, pongo a mi objetivo en la cruceta y mato a mi enemigo antes de que mate a uno de los míos.” Él resumía el sentido de la guerra en esa frase, con lo cual cualquier sentimiento de raciocinio impuesto por la cinta queda empañado por el patriótico.


Y aquí es donde la película entra en terreno peligroso fuera de los Estados Unidos, donde somos mucho más abiertos a ofrecernos a una lectura del tablero mundial. Durante una década los EEUU han condenado la vulneración de los derechos humanos en Cuba mientras mantenían abierta una sede en Guantánamo que los violaba abiertamente. Los americanos gustan y disfrutan de mirar únicamente donde les interesa y donde ellos son los heroes, y por eso American Sniper está convirtiéndose en un fenómeno ya que provee un héroe de celuloide que está encargado no de satirizar y preguntarse acerca del Islam sino de matar musulmanes. “Mata cada hombre que veas. Ese no era el lenguaje oficial, pero sí la idea” escribía Chris Kyle en su libro biográfico.


Escribía George Orwell en su obra Notes on Nacionalism que “Los nacionalistas no solo no desaprueban las atrocidades cometidas por su bando sino que tienen una capacidad remarcable para ni siquiera escucharlas. Si esos hechos eran reprobables o si tan siquiera ocurrieron fueron siempre decididos por predilecciones políticas.” 


La controversia que más me interesa llega al descubrir que desde el estreno de la cinta las amenazas a Árabes y musulmanes en América se han triplicado. Radicalizando nuestras opiniones acerca de una comunidad (que mayoritariamente condena por activa y por pasiva cada ataque terrorista) no hace más que radicalizar las opiniones de dicha comunidad, arrastrando a los indefensos a buscar consuelo donde lo encuentran, y si occidente liderado por una doctrina de odio hacia su pueblo no les escucha se moverán en busca de otro refuerzo de opiniones y convicciones.


El arte últimamente se está utilizando como instrumento de poder social y más recientemente como un poder de ofensa política en lugar de convivencia y normalización. Los ejemplos los tenemos recientes: The interview ha desatado iras entre naciones enfrentadas, Charlie Hebdo ha hecho correr ríos de sangre… Tanto de un bando como de otro, se está utilizando el poder de la creación para ejercer una provocación incendiaria que no conlleva a nada bueno salvo a la falta de expiación y autoculpa.


Eastwood despliega sus armas cinematográficas para conseguir este efecto: los Iraquíes nunca son tratados como personajes en la cinta sino como fondo amenazante, ninguno tiene personalidad, tan solo son objetivos. Todos ellos mueren al primer disparo. Los americanos agonizan en escena con borbotones de sangre para que veamos la crueldad y el desgarro. Y en el único momento que un Iraquí sufre es a manos de la crueldad de su propio pueblo.Kyle, el verdadero Kyle, era un trabajador de clase media que perdió la dirección de su vida cuando vio gente con la que se identificaba siendo asesinada en otras partes del mundo (según la película en los atentados de Kenya y Tanzania contra la embajada americana) y decidió alistarse para asesinarles de vuelta.

¿Les suena familiar?

“Yo no veo el gris. Si tengo que ordenar mis prioridades serían Dios, mi país y mi familia” (1) escribía Kyle. De todas las luces, Kyle era tan Jihadi en uniforme como su enemigo Mustafa lo es en ropa árabe. La cinta provoca el aplauso cuando uno vence al otro. Desde mi pantalla, ambos resultamos igual de perdedores. Y viendo la cinta parece que estamos regresando a aquellas cintas propagandísticas de la Rusia de Lenin. ¿Es eso a lo que nos encaminamos?

(1) extractos recogidos del artículo http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/jan/26/america-morality-blind-spots-guantanamo-bay-king-abdullah-hypocrisy-civilisation de Gary Younge